Hace dos semanas que el Huracán Otis golpeó el puerto de Acapulco, Guerrero, dejando devastación y desolación a su paso. Este fenómeno natural ya es considerado por los expertos como el más potente que ha impactado las costas mexicanas del Pacífico, pues evolucionó muy rápido -en sólo 12 horas- de tormenta tropical a huracán categoría 5. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), señaló que su prioridad es “poner de pie” lo más pronto posible a Acapulco, uno de los destinos turísticos más importantes del país, que se vio azotada por el huracán que dejó al menos 48 muertos y miles de damnificados.
Diversos sectores de la sociedad cuestionaron que el mensaje presidencial que avisó sobre Otis no se transmitió con suficiente énfasis dado la gravedad de la situación y se emitió cuando el tiempo para actuar ya era escaso. Además, su comunicado en redes sociales se difundió cinco horas después de que el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos reportara que Otis había intensificado “rápidamente” a un huracán categoría 4 “extremadamente peligroso”, y que impactaría esa misma noche o la madrugada del día siguiente. Ante esta acusación, AMLO reaccionó afirmando que sí había advertido a la población.
Frente a la devastación de Acapulco, el gobierno federal ha dejado de lado las mejores prácticas de respuesta ante desastres naturales, sustituyendo la comunicación del Estado por la propaganda, de acuerdo con el consultor Luis Espino.
Después de un desastre natural, la autoridad debe usar la comunicación como una herramienta para generar las condiciones que permitan que las fuerzas del orden salvar vidas, brindar seguridad y comenzar la recuperación. “Todo mensaje que no tenga como propósito atender a las personas afectadas y proteger su vida, su salud, su integridad y su propiedad, simplemente no debe emitirse. Las especulaciones y las opiniones políticas deben quedar completamente fuera, pues solo abonan al caos. La relación con los medios debe ser profesional y eficiente. La comunicación debe contribuir a fortalecer la confianza de la sociedad en sus autoridades”, agrega Espino.
Para el también columnista de la revista Letras Libres, AMLO ha seguido su propio “manual” de manejo de crisis, el cual se basa en tres acciones principales: negar el mayor tiempo posible la crisis; cuando la crisis es evidente para todos, minimizar su gravedad; y, eludir, a toda costa, la responsabilidad y la rendición de cuentas por sus decisiones. El objetivo de esta estrategia es preservar la imagen del presidente a fin de mantener el mayor control político posible sobre la sociedad. Para ello, sustituye la comunicación del Estado por la propaganda de su movimiento político.
Cabe mencionar que los opositores del gobierno del presidente AMLO, rápidamente politizaron la tragedia. Sin embargo, el habitante de Palacio Nacional respondió a esta provocación y, en lugar de buscar la unidad de todos los mexicanos para enfrentar mejor la situación, etiquetó a sus críticos como conservadores que actúan pensando solo en sus propios intereses y no en los del pueblo.
Es muy probable que Acapulco se sume a Tlahuelilpan, el “Culiacanazo” y la pandemia de Covid-19 como una crisis más de este sexenio en la que el desempeño del gobierno no afectará mayormente la imagen del presidente ni la intención de voto por su partido ni su candidata rumbo a la presidencia.
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