Los medios le fallaron a Ayotzinapa
Han pasado nueve años desde que los estudiantes de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”, fueron vistos por última vez. Luego de los sucesos de Iguala en Guerrero, del 26 de septiembre del 2014, que dieron lugar a la desaparición forzada de 43 normalistas, el gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto, impuso la llamada “verdad histórica” como narrativa y para darle “carpetazo” a este caso de violación a los Derechos Humanos.
Esta narrativa impuesta por el entonces titular de la extinta Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, se presentó el 28 de enero del 2015, asegurando que los normalistas fueron asesinados e incinerados; para posteriormente echar sus cenizas al Río San Juan, en Cocula, Guerrero. “Ésta es la verdad histórica de los hechos, basada en las pruebas aportadas por la ciencia”, precisó Karam.
La llamada “verdad histórica” sobre los 43 normalistas, solamente fue posible sostener con el apoyo y la complicidad de los medios de comunicación. La información fue replicada por comunicadores y medios, quienes señalaron las pruebas como “contundentes”. De acuerdo con Fernanda Ramírez Santos, en su tesis doctoral, “La responsabilidad social de los medios de comunicación en situaciones de crisis. Análisis del tratamiento deontológico del caso Ayotzinapa (México) en Noticieros Televisa”, señaló la falta de contexto y antecedentes como una de las principales fallas de la cobertura que realizaron los medios después de la tragedia.
La Doctora Ramírez Santos se dedica al estudio de la ética y la responsabilidad social de los medios de comunicación en situaciones de crisis y al diseño de protocolos informativos para el tratamiento de las emergencias especialmente enfocados en casos de desaparición de personas. De acuerdo con Ramírez, en condiciones que irrumpen en la rutina informativa, los medios “forman parte de la primera fuente de información del público que está viviendo el suceso. Por lo tanto, lo que podemos pedirles (…) es que dentro de su cobertura, muestran el mapa lo más completo posible para que la gente pueda entender el alcance real de la crisis de la emergencia o del suceso que se está viviendo alrededor de ellos o en otras partes del mundo”.
La cobertura informativa del caso Ayotzinapa, de acuerdo con la investigación realizada por la Doctora en Comunicación, Fernanda Ramírez, tan sólo en el program estelar de Televisa “en el 78% de las noticias analizadas predominan las fuentes oficiales y políticas, a expensas de las fuentes expertas que podían ayudar a dar solución al problema o que podían ayudar a que entendiéramos cómo se habían dado los acontecimientos y cuál podía ser su solución. Las fuentes expertas solo aparecen en el 6% de las unidades”. Por ejemplo, a pesar del trabajo y los hallazgos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y del Equipo Argentino de Antropología Forense, que cuestionaron la versión oficial de Murillo Karam, presentada en 2015 como la “verdad histórica” de los hechos, sus voces no fueron incluidas en los cortes informativos.
Además del desequilibrio en favor de las voces oficiales, también fue notable la falta de fuentes. La especialista en comunicación asegura que una sola fuente no es suficiente para generar el contraste y verificación de la información. “El porcentaje de noticias en las que se detecta un déficit de fuentes es preocupante, es decir, casi el 70% de las unidades se presentan sin una fuente, o con una sola fuente, mientras que el 26% de piezas se ajustan al estándar mínimo profesional, es decir, que incluyen entre 2 y 3 testimonios en la noticia. Tan solo en el 4% se presenta una mayor diversidad de fuentes, hablamos aquí de cuatro fuentes o más”, indica la investigadora.
Desde la ética periodística debe haber una representación justa de los grupos sociales. En la cobertura del caso Ayotzinapa se puede identificar los estereotipos que contribuyen a la discriminación y a la difusión de una imagen negativa de los normalistas. Ramírez encontró en su investigación que, durante las protestas, los medios de comunicación se enfocaron en difundir incidentes violentos, como la confrontación entre manifestantes y policías, la destrucción y quema de propiedad privada, en lugar de explorar las raíces de las protestas y los problemas sociopolíticos que las motivaron. “Siempre se les echaba la responsabilidad de estos actos a los estudiantes normalistas, pero en ningún momento de los 90 programas informativos que analizamos, en ninguna de las 405 piezas informativas se verificó que se trataba de estudiantes normalistas. Se hablaba de ellos como violentos, con una estigmatización que no contribuía al entendimiento del problema”.
Cabe mencionar que, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia, se reabrió el caso y se encontraron inconsistencias en las investigaciones, por medio del dictamen de la Fiscalía General de la República (FGR) que rechazó las investigaciones previas del caso. La desaparición de los 43 de Ayotzinapa ha sido calificada como un crimen de Estado por Alejandron Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría Gobernación, quien preside la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia en el Caso Ayotzinapa.
A nueve años de la desaparición de los estudiantes, el presidente López Obrador asegura que en su administración se está haciendo todo para conocer la verdad sobre el caso. Asegura que su lucha por la verdad y la justicia está siendo manipulada por las organizaciones y por los medios de comunicación. Fiel a su estilo, el presidente dijo que el caso Ayotzinapa ha sido utilizado para golpear a su gobierno y, especialmente, a las Fuerzas Armadas.
Ramírez Santos asegura que, a pesar de la desigual cobertura informativa, el caso Ayotzinapa fue un reto para periodistas que de un momento a otro se encontraron en medio de una situación de crisis. Dada la magnitud de la violencia en México, además del contexto particular de la violencia contra los periodistas en este país. Por lo tanto, la académica señala que se abre una oportunidad para reflexionar sobre qué podemos aprender acerca del rigor y la ética periodística, necesarios en situaciones de emergencia e incertidumbre.
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