En días recientes, el nombre de Ricardo Salinas Pliego volvió a ser tendencia. El empresario perdió otro juicio fiscal: TV Azteca deberá pagar más de 3,500 millones de pesos al SAT. Esta cifra se suma a otras resoluciones judiciales que lo obligan a liquidar un total superior a 30 mil millones. Medios nacionales y redes sociales no tardaron en amplificar la noticia. El mensaje fue claro: los poderosos también deben pagar.
Sin embargo, mientras el país celebraba este “triunfo fiscal”, una realidad mucho más compleja y preocupante pasaba casi desapercibida en la conversación pública: el crecimiento desbordado de la deuda del propio gobierno.
De acuerdo con un análisis de México Evalúa, la deuda pública total en México pasó de 10.4 billones de pesos en 2018 a 17.6 billones en mayo de 2025. Esto representa un aumento del 68% en menos de siete años. En términos individuales, significa que cada mexicano hoy carga con una deuda per cápita de más de 131 mil pesos. Un salto del 17.5% respecto al final del sexenio de Peña Nieto.
La justificación ha sido constante: los recursos se utilizaron para financiar los megaproyectos insignia del sexenio, como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas. Pero los resultados distan mucho de ser exitosos. El Tren Maya fue presupuestado en 150 mil millones, pero su costo final se disparó a más de 515 mil millones, con solo uno de sus tramos funcionando plenamente. Dos Bocas, por su parte, arrancó operaciones apenas en 2024 y a la mitad de su capacidad.
Desde una perspectiva de comunicación política, el contraste es revelador: se viraliza la deuda de un empresario, pero se silencia o se minimiza la del Estado. Es más sencillo señalar a un “villano fiscal” que asumir los costos de una mala administración pública. La estrategia parece efectiva en lo inmediato, pero es insostenible en el mediano plazo.
Porque mientras Salinas Pliego deberá pagar, es el pueblo el que ya está pagando —y seguirá pagando— por decisiones gubernamentales que aún no rinden frutos. La deuda no solo es económica. También es una deuda de transparencia, de resultados y de narrativa.
