El festival AXE Ceremonia, celebrado este fin de semana en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México, se ha convertido en el centro de una tormenta mediática y social, no por su cartel musical, sino por la muerte de dos jóvenes fotoperiodistas: Berenice Giles y Miguel Hernández, ambos estudiantes de la FES Aragón, quienes cayeron víctimas del colapso de una estructura utilizada como señalamiento dentro del recinto.
Lo que pudo haber sido abordado con responsabilidad y transparencia desde el primer momento, se transformó en un caso ejemplar de crisis mal gestionada. Desde el instante del accidente, la prioridad de los organizadores y autoridades presentes no fue informar ni asistir debidamente, sino controlar la narrativa a toda costa. Testigos relatan que los cuerpos sin vida de los jóvenes fueron subidos a una ambulancia como si aún estuvieran con vida, todo con el objetivo de evitar un escándalo.
La situación se agravó cuando un fotógrafo que intentaba documentar lo sucedido fue retirado con violencia por personal de seguridad. La forense llegó horas después para realizar los peritajes correspondientes, lo que confirma que las víctimas ya habían fallecido mucho antes de que se activaran los protocolos legales y de seguridad.
En lugar de emitir un comunicado inmediato y transparente, la organización optó por el silencio. La información comenzó a circular por redes sociales, generando una ola de indignación y reclamos por parte de colegas, estudiantes, medios y asistentes. El vacío informativo fue llenado por testimonios ciudadanos, lo que debilitó por completo cualquier intento posterior de control reputacional.
Horas después, el festival publicó un comunicado en el que reconoció lo ocurrido y prometió revisar sus protocolos de seguridad. Sin embargo, para entonces, el mensaje ya llegaba tarde y con poco impacto. En comunicación de crisis, el tiempo y la transparencia son determinantes. AXE Ceremonia falló en ambos aspectos.
Más allá del accidente en sí, lo que hoy se debate en la opinión pública es la cadena de negligencias que permitieron la tragedia:
- La improvisación en el uso de grúas como señalética.
- La falta de supervisión técnica de estructuras dentro del recinto.
- La omisión de protocolos de protección civil.
- La decisión de continuar el evento aún con personas fallecidas en el lugar.
La crisis de AXE Ceremonia no solo es de seguridad, sino profundamente comunicacional. En un contexto donde la reputación se construye y se pierde en tiempo real, los organizadores subestimaron el poder de la verdad, la rapidez de las redes y la exigencia ética de su público.
Hoy, mientras compañeros de Berenice y Miguel rinden homenaje y exigen justicia, la organización del festival enfrenta una pérdida incalculable de legitimidad. Y con ella, una lección que no debería haberse aprendido al costo de dos vidas.