El asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular de la jefa de Gobierno electa, Clara Brugada, y de José Muñoz, su asesor de seguridad, no solo representa una tragedia en términos humanos y de seguridad pública. El hecho ocurrió en una coyuntura comunicativa sumamente delicada: mientras la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, encabezaba su conferencia mañanera junto a Omar García Harfuch, quien en ese momento presentaba su informe de seguridad.
La ejecución, perpetrada por sicarios a bordo de una motocicleta en la colonia Moderna, alcaldía Benito Juárez, ocurrió entre las 6:45 y las 7:00 de la mañana. Es decir, mientras en la narrativa oficial se hablaba de control, contención y avances en seguridad, en las calles de la capital dos funcionarios públicos eran asesinados a plena luz del día.
Este hecho se carga de un simbolismo inquietante en términos comunicativos: la imagen de Claudia Sheinbaum, respaldando los logros de su exsecretario de Seguridad Pública y posible figura clave en su futuro gabinete, contrastó de inmediato con una realidad violenta que irrumpió incluso en los medios antes de que el gobierno pudiera reaccionar.
La comunicación política sufrió un golpe severo. La narrativa de una ciudad más segura, en calma, bajo control, fue desmentida por un hecho contundente en tiempo real. Los mensajes de autoridad, estabilidad y eficacia, cuidadosamente construidos por el oficialismo, quedaron opacados por el impacto noticioso del crimen.
Ricardo Anaya, senador del PAN, no tardó en intervenir con una declaración tajante: “Hay indicios de que esto es un crimen de Estado”. Sus palabras no sólo intentan politizar el hecho, sino también posicionarlo como un posible acto de intimidación con tintes políticos, en medio de un momento clave de transición y consolidación del poder de la llamada 4T en la Ciudad de México.
Además, este crimen no ocurrió en aislamiento. En esa misma mañanera, se abordaban otros hechos de violencia, como la masacre reciente en Veracruz. Todo esto multiplica el efecto comunicativo: lo local se conecta con lo nacional, y las preguntas sobre la seguridad pública rebasan el ámbito operativo y se convierten en un tema de credibilidad y percepción.
¿Qué significa esto en materia de comunicación política?
- 1. Ruptura del control narrativo: La mañanera, herramienta clave de la 4T para establecer agenda y discurso, fue invadida por una realidad que contradecía sus propios mensajes en tiempo real.
- 2. Deslegitimación simbólica: Un informe de seguridad se ve automáticamente desacreditado por un crimen de alto perfil ocurrido mientras se presentaban los “avances”.
- 3. Vulnerabilidad expuesta: La capital, tradicionalmente controlada por el oficialismo, se muestra frágil y penetrable, incluso en sus niveles más altos de gobierno.
- 4. Mensaje político no dicho: Que las víctimas fueran personas cercanas a Clara Brugada, figura clave en la continuidad del proyecto de Sheinbaum en CDMX, alimenta lecturas de advertencia o intimidación.
- 5. Colapso del encuadre positivo: La 4T ha sostenido una comunicación basada en logros de seguridad y gobernabilidad. Este tipo de hechos erosiona esa estructura discursiva.
Conclusión:
El asesinato de los colaboradores de Brugada es mucho más que un crimen. Es una grieta en la narrativa del oficialismo, un episodio donde la violencia irrumpe justo cuando se hablaba de paz. En un ecosistema hiperconectado y mediático, la simultaneidad entre el discurso y la tragedia puede ser más devastadora que el hecho mismo.