#iFAKE
No miento, pero omito: posverdad
Publicado
Hace 1 añoon
Por
Rodrigo ReyesTodos decimos mentiras o medio mentimos (verdades a medias, piadosas, chiquitas, etc) pues casi todos estamos adentro de la infoesfera (una cadena de agentes y factores que intervienen en ciclos informativos, interacciones, procesos, propiedades o relaciones recíprocas), esto gracias a la extensión de nuestro smartphone y a su vez nos proporciona la facilidad de consumir y producir más información que cosas, citando a Byung-Chul (2022), el rápido aumento de la entropía informativa, es decir, del caos informativo nos sumerge en una sociedad posfáctica. Se ha nivelado la distinción entre lo verdadero y falso, la información circula ahora (Facebook, Twitter, insta, o tu favorita), sin referencia alguna a la realidad en un espacio hiperreal, pues las fake news son informaciones que pueden ser más efectivas que los hechos, y contextualizando con palabras de Arosemena: los medios han atestado y cansado (de argumentos) las exigencias que les impone la realidad esperando que el resultado cumpla las directivas del poder; por ende, mentir puede tener cientos de contrastes en un margen infinito de posibilidades de pseudoverdad, en lo que acá respecta al discurso político, esta se interpreta cubierta de distintas formas sobre la lucha por el poder, ósea que una sociedad post-fáctica no es más que una sociedad atestada de pseudoverdad, en todo momento persuadida o manipulada. Entonces, ¿qué tanto se dispone a aceptar los “argumentos políticos”, si no se cuestionan?, pues no se pueden categorizar según el criterio de verdad o falsedad; si acaso, sólo sus consecuencias permiten luego afirmar que esa opinión era buena o mala, pero nunca verdadera o falsa.
No hay duda, la información es una forma de poder, y a medida que se vuelve más económica y accesible, el público democrático puede participar en dominios de los que hasta entonces había sido excluido, sin embargo, la pseudoverdad ya es un afección (que todos practicamos y hacemos), casi todas las fuentes de información autorizadas se enfrentan a la publicación de hechos contrarios, de dudosa calidad o procedencia, y es nuevamente la afección de la razón y la percepción, (denominada: política de la posverdad), momento en que realidad factual puede expresar y apela a las emociones para construir verdades que no responden a hechos objetivos sino a una realidad interesada e inexistente, relacionada con creencias sociales, partidistas, religiosas culturales, económicas o según sea el caso, y su manipulación para obtener más adeptos o seguidores de una ideología o un movimiento, eso ahora es más fácil y digerible, en tiempo y distancias por medio de nuestra extensión incorpórea personal del smartphone
En todo caso no estamos ante una falsificación de la realidad, sino ante la construcción de una realidad diferente, donde hechos objetivos son ignorados y, en su lugar, son formulados hechos alternativos con una clara intención negligente y premeditada. El ejemplo más claro, lo vivimos a diario en la intersección de la política con la economía financiera, es el caso de los Bancos Centrales y las Casas de Bolsa donde la información corre tan rápido que las especulaciones económicas procedentes de especulaciones políticas, pueden originar cambios en precios de acciones, aumentar o disminuir una crisis entre otros fenómenos, pero, entiéndase que ESPECULAR es relativo a suponer algo que no ha pasado, que podría pasar y si paso, se cree algo por lo que pudo haber pasado.
Al igual que en la economía, en la política durante las elecciones, se construye todo un imaginario para la ciudadanía, una serie de escenarios provenientes de la imaginación en la sociedad ideologizada (así como tú amor perfecto), se emplearán una serie de facultades anímicas como herramientas para crear esos escenarios mejores (en tiempos de elección presidencial se exacerba la desconfianza y recelo con aquellos opositores que votarán por su candidato o postura, o la clásica estrategia de candidatos Norteamericanos donde se crean enemigos, para quedar como héroes, el ejemplo de Trump VS los hispanos roba-trabajos; y un ejemplo más local fue la propaganda de Antonio Sola en 2006 “AMLO, es un peligro para México”).
Los huecos y fisuras de la verdad nos han enseñado la necesidad y abstinencia político-cultural, pues la búsqueda de respuestas permite atenerse a esas réplicas heredadas, místicas o ingenuas que son aceptadas por simple ignorancia. Aquí cabe mencionar al estigmatizado Joseph Goebbels, (ministro de propaganda Nazi del Tercer Reich) Para Goebbels, el acto de mentir debía ser analizado y evaluado más allá del prisma de la moralidad para extraer de él una utilidad innegable: la de influir en la sociedad (Para algunos autores la posverdad es sencillamente mentira (falsedad) o estafa encubiertas en una expresión que ocultaría la tradicional propaganda política o el uso de las relaciones públicas como instrumento de manipulación mediática.)
De este modo los hechos o entes se adecuan, deforman o crean inconscientemente versiones distorsionadas para ser transmitidos. Pues una mentira que se repite muchas veces puede convertirse en verdad, no cabe duda de ello pues sabemos en este contexto, que la historia la escriben los vencedores de cada pueblo, entonces si el término post factual se lleva al plano social y este dice que la realidad es una construcción social, quedando entre dicho que tanto lleva de verdad o mentira, cabe atender que la verdad requiere tiempo, entonces la línea posfáctica de la información hace sombra a la verdad de los hechos, donde una información ahuyenta a otra, con el tiempo casi exiguo, entonces no hay tiempo para verdad (Fucuyama,2017).
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