El 2 de octubre de 1968 quedó grabado en la memoria colectiva de México como una de las fechas más dolorosas y trascendentes en la historia moderna del país. A solo días de que se inaugurarán los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, manifestantes, en su mayoría estudiantes, se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para exigir libertades democráticas y el fin de la represión. La protesta fue reprimida violentamente por el Ejército y fuerzas de seguridad, dejando un número de muertos, heridos y desaparecidos que, hasta hoy, sigue sin esclarecer de manera oficial.
¿Cómo fue el papel de los medios de comunicación de la época?
En aquel tiempo, la mayoría de los medios tradicionales respondieron al control gubernamental. La televisión, particularmente Telesistema Mexicano, evitó mostrar la magnitud de lo sucedido y minimizó el número de víctimas, presentando el hecho como un acto de violencia provocado por los mismos estudiantes (según distintas fuentes). Los periódicos más influyentes también replicaron la narrativa oficial, lo que contribuyó a sembrar desinformación y a silenciar durante años el alcance real de la tragedia.
El cine y los documentales
El tema, sin embargo, no pudo ser enterrado. Años después, el cine y el documental abrieron espacios para recuperar la memoria histórica. Películas como Rojo Amanecer(1989), dirigida por Jorge Fons, se convirtieron en referentes al retratar la represión vivida en Tlatelolco desde el interior de una familia. Documentales como Tlatelolco: Las claves de la masacreo El Grito de Leobardo López Arretche también dejaron testimonio del movimiento estudiantil y de la brutalidad de la represión, dando voz a lo que los medios tradicionales habían callado.
Una memoria que persiste
Hoy, a 57 años del 2 de octubre, el recuerdo de la masacre sigue presente en marchas, murales, libros y discursos. El suceso no solo marcó a una generación, sino que transformó la vida política y social del país al poner en evidencia los límites de la democracia mexicana de la época y la necesidad de una memoria crítica.
De aquel día permanecen imágenes que se volvieron imborrables: la Plaza de las Tres Culturas iluminada por bengalas, los tanques rodeando los edificios, los cuerpos cubiertos por mantas, y las miradas de miedo y dignidad de los estudiantes que exigían justicia. Son escenas que, aún en blanco y negro, siguen doliendo y que recuerdan una verdad imposible de ocultar: el 2 de octubre no se olvida.