Por: Luis Ángel Hurtado Razo
El pasado 22 de septiembre la plataforma de video streaming Vix lanzó la serie documental “PRI: Crónica del Fin”, producida por Vix y dirigida por la periodista Denise Maerker, el cual, en sí mismo, se ha convertido en uno de los ejercicios más ambiciosos de la memoria política reciente de un partido político en México.
La serie se desarrolla a través de cinco episodios, que van reconstruyendo el ascenso, dominio y declive del Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido que gobernó México durante más de siete décadas y que, en palabras de sus críticos, se volvió sinónimo de poder, corrupción y reciclaje político.
Más allá de los escándalos y las figuras emblemáticas que desfilan por la pantalla —de Enrique Peña Nieto a Manlio Fabio Beltrones, de Elba Esther Gordillo a Alejandro Moreno— la serie ofrece una oportunidad única para analizar la comunicación política del PRI: desde sus discursos presidenciales, sus slogans de campaña, sus estrategias de propaganda y su vínculo directo con los medios de comunicación que sirvieron tanto en la construcción como en la erosión de su narrativa.
El discurso presidencial como herramiento de control y poder
Desde sus orígenes postrevolucionarios, el PRI entendió que el discurso presidencial no era solo una formalidad institucional, sino una herramienta de legitimación. Cada sexenio tenía su tono: el nacionalismo desarrollista de Lázaro Cárdenas, el tecnocratismo de Carlos Salinas, el populismo institucional de Luis Echeverría, el pragmatismo de Ernesto Zedillo. La serie recupera fragmentos de estos discursos, muchos de ellos pronunciados en el Congreso de la Unión (Cámara de diputados), en informes de gobierno o en giras nacionales, y los contrasta con los distintos hechos que los rodeaban.
Uno de los momentos más reveladores fue el uso del lenguaje en tiempos de crisis económica, política y social que vivió México durante el gobierno del PRI. Por ejemplo, el sexenio de Peña Nieto se caracterizó por una retórica de modernización (“Mover a México”) que contrastaba con escándalos como la Casa Blanca, Ayotzinapa y los casos de corrupción estatal. La serie muestra cómo el discurso oficial se volvió cada vez más defensivo, apelando a logros económicos mientras ignoraba el creciente descontento social.
Slogans que construyeron mitos, que terminaron por derrumbarse
El PRI fue maestro en el arte del slogan. Desde el clásico “El que no tranza, no avanza” —nunca oficial, pero ampliamente atribuido al imaginario priista— de hecho referido en la película “La Ley de Herodes”, hasta los institucionales como “Comprometidos contigo”, “La fuerza de México” o “Por un México en paz”, cada lema buscaba sintetizar una promesa, una visión o una emoción colectiva.
La serie analiza cómo estos slogans funcionaron como cápsulas de propaganda, pero también como espejos de época. En los años 70, el PRI apelaba al nacionalismo y la unidad; en los 90, a la modernización y la apertura; en los 2000, a la experiencia y la estabilidad. Sin embargo, conforme avanzaba el siglo XXI, los slogans comenzaron a perder eficacia. La ciudadanía ya no respondió a frases hechas, sino a hechos concretos. La narrativa se desgastó, y el partido comenzó a reciclarse sin renovar su fondo.
Medios de comunicación: aliados, críticos y testigos
Uno de los aportes más valiosos de “PRI: Crónica del Fin” es su revisión del papel que jugaron los medios de comunicación en la construcción del priismo. Durante décadas, el PRI mantuvo una relación simbiótica con la prensa: subsidios, exclusivas, censura indirecta y control de líneas editoriales. Televisa, El Universal, Excélsior, y más tarde Milenio y TV Azteca, fueron canales clave para difundir el discurso oficial.
Pero con la llegada de internet y las redes sociales, ese control se fragmentó. La serie muestra cómo el PRI no logró adaptarse a la nueva lógica digital. Los escándalos se viralizaban antes de que el vocero pudiera reaccionar. Los memes, los audios filtrados y los hashtags se convirtieron en armas de crítica ciudadana. El caso de Alejandro “Alito” Moreno, actual presidente del PRI, es emblemático: sus audios filtrados y su respuesta en redes sociales ilustran el colapso de la vieja estrategia comunicativa.
Narrativa visual y tono editorial
Dirigida por Denise Maerker, la serie combina archivo inédito, testimonios exclusivos y una edición sobria que evita el sensacionalismo. El tono es solemne, casi épico, pero también irónico. Se juega con la nostalgia del poder perdido y la incredulidad ante su persistencia. ¿Cómo es posible que un partido tan golpeado siga existiendo? ¿Qué dice eso de la cultura política mexicana?
La serie no busca redimir al PRI, pero tampoco lo demoniza. Lo presenta como un fenómeno histórico, una maquinaria que supo comunicar, seducir y sostenerse durante décadas, hasta que la realidad —y la ciudadanía— le exigieron rendir cuentas.
A manera de conclusión
“PRI: Crónica del Fin” no sólo documenta la caída de un partido, sino el colapso de una forma de comunicar el poder. Los discursos presidenciales, los slogans de campaña y el control mediático fueron pilares de una narrativa que funcionó mientras hubo credibilidad. Cuando esta se agotó, ni el mejor eslogan pudo salvar a un partido que nació desde el propio poder político.
La serie es, en el fondo, con sus aciertos y también sus defectos, es una lección de comunicación política: sobre lo que se dice, lo que se oculta, lo que se repite y lo que finalmente se revela. Y sobre cómo, en tiempos de redes sociales y memoria activa, el fin de una era se escribe no solo con votos, sino con palabras.