El caso de Ovidio Guzmán dejó de ser sólo judicial: es ahora un campo de batalla comunicacional. Al declararse culpable y aceptar colaborar con autoridades de Estados Unidos, el hijo de “El Chapo” ha cambiado las reglas del juego. Su testimonio ya no es sólo una herramienta legal: es un riesgo político.
El hecho
Ovidio se declaró culpable en Illinois. A cambio, aceptó colaborar con el gobierno estadounidense, lo que podría incluir revelar rutas, nombres y acuerdos dentro y fuera del crimen organizado.
La reacción del poder
De inmediato, figuras de Morena y cercanos al gobierno se adelantaron a cualquier señalamiento:
— “No tenemos miedo a que cante”,
— “No hay vínculos con el narco”,
— “El gobierno está limpio”.
Lo interesante no es lo que dijeron. Es lo rápido que lo dijeron.
Claves de análisis comunicacional:
- Narrativa preventiva
El gobierno responde antes de que haya acusaciones directas. Eso revela preocupación comunicacional: si nadie los ha señalado, ¿por qué responder? En política, quien se pone el saco… algo teme.
- El que controla el relato, controla el daño
La batalla no es sólo legal. Es de narrativa. Evitar que el testimonio de Ovidio se perciba como amenaza al régimen es hoy una prioridad discursiva.
- Vulnerabilidad narrativa
Durante años, el gobierno ha negado vínculos con el crimen organizado. Pero ahora no depende sólo de lo que ellos digan. Depende de lo que él diga. Y eso cambia todo.
- Silencios que dicen mucho
Mientras algunos actores políticos se adelantan, otros callan. Y el silencio también comunica: miedo, cálculo o estrategia.
¿Qué está en juego?
- La narrativa de autoridad moral de la 4T
- La imagen de autonomía institucional
- La relación diplomática con EE.UU.
- Y en año electoral… la credibilidad ante el electorado
Conclusión:
Ovidio ya no es sólo “El Ratón”. Ahora es una figura comunicante con poder para alterar narrativas oficiales. Y eso, en tiempos de elecciones y desgaste político, puede ser más peligroso que cualquier operativo fallido.