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#iCULTURA

El otro lado de la película Barbie ¿se lo que quieras ser?

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Barbie

Entra al baño de hombres y su hijo de 5 años dice: “! ay, papá, ¿y … si me visto de Ken para venir a ver la película de Barbie?!”, a lo que reacciona con un comentario despectivo al aire, pero nadie en el baño con alguna prenda rosa, dijo nada, (discúlpame amigo, apelé a tu anécdota) lo que me hace repensar… quizás, la revalorización en un contexto donde ya la ambigüedad de lo que se “es” y ”lo que se quiere ser” se vive en medio de la confusión, en referencia a esa connotación de términos como: identidad emocional, sexual, rol social o de género; los que una vez fueron excluidos ahora son excluyentes, encontrando el reconocimiento de sí mismos y de los otros (cualquiera que sea la variación del abanico sexual o social de posibilidades a escoger), pero tolerando desde una postura narcisista, y tratando de enfatizar el reconocerse ante los demás (quizás con la camiseta rosa de Barbie), para satisfacer la justificación de la hipersexualización sobre la causa social, a través de su irrefutable idea ya mercadeada en una película, en palabras de Agustín Laje “… todo lo que puede contrariar el contenido de las emociones puede ser visto como “opresión”, esto va de la sociedad y la cultura misma de la biología. (…) desesperado por que aprueben su ideología terminan creando un mundo (o mundos) en que las personas renuncien a la verdad”, (dando pautas a su propia posverdad con la que se identifican), «e incluso, renunciar a las orientaciones de la propia percepción, para ajustarse a lo que los idiotas dominantes de turno y sus emociones establecen, porque las emociones se sienten o no. Por ello, son incapaces de determinar la verdad más allá de sí mismas». 

La posverdad ha pasado a ser un régimen en grupos que buscan empatía y olvidar parte de la razón, probablemente para los más jóvenes será la justificación ideal de su capricho social y mediático, una herramienta de representación como grupo efímeramente social, pues tienen la opción de cambiar cuando emocionalmente no se sientan satisfechos o en todo caso, dejen de ser “cool”. 

Actualmente, en su mayoría compartimos el mundo digital, pasión por adopción y adaptarse a lo nuevo y automatizado con una “pulsión publicitaria” entre líneas de la propia vida, la personalización, el deseo de ser visto, la inestabilidad entre la necesidad de permanencia y la individualidad auténtica, crisis identitarias recurrentes, valores y gustos efímeros. En su momento y a manera de parámetro contextual, la televisión género la recepción indiferenciada, sin embargo, en el mundo digital, la emisión y recepción se confunden, pues se puede consumir contenido y crear el mismo sin tanta producción y sin un guión, (imitando o mimetizando posturas sin antecedentes razonables, sin conocimiento previo carentes de una justificación auténtica, o previos a una contextualización) pues no hay una indagación en la ingesta, solo se consume en forma de tendencia o moda y se legitima bajo el consuelo de los demás consumidores

En el mundo real, las características biológicas de hombre o mujer ahora luchan contra las posturas culturales (de cómo nos identificamos), en la arena social (tras la búsqueda de reconocimiento en igualdad de derechos), catalizado por el mundo digital (de tendencias, modas, influencers, etc), en sustento de la mercantilización (pues marcas deportivas y fashionistas, maquilan algunos productos con versión a las líneas en torno al movimiento #social, #feminista, #LGBTTTQ+, o según sea el caso).

Por ejemplo, para el movimiento feminista, donde puedes ser parte del movimiento e identificarte desde los $400 pesos o la camiseta de Dior que usaba algún lema feminista para varias celebrities (…) y, que, a pesar del precio elevado de estas prendas (la de Chanel cuesta casi 700 euros y la de Gucci algo más de 300), las compraban, para visibilizar que pertenecen a la «lucha».

Retornando al tema de Barbie, cabe mencionar que la empresa de juguetes Mattel, ha roto con el estereotipo de la muñeca, que es un estereotipo de sí misma, para ser empática, vulnerable, que acepta lo “raro” infiriendo que es así, pues las muñecas adoptan la personalidad de sus poseedoras (en la película se destaca como lo que está afuera del estereotipo), donde la percepción de sí misma no le afecta (mientras sea ella la parte dominante o excluyente, postura que se declina cuando se convierte en excluida) y no por ello deja de ser bonita y de apariencia “cool”, así mismo, despoja la idea de poder por parte del patriarcado lo que le permite al hombre suprimirse y emascularse, esto también da pauta para que pueda “deconstruirse” (palabra usada al final de la película), en términos de la definición social por Jaque Derrida,  esta: implica también la producción creativa de nuevos significados e identidades sociales y políticas(que reemplazan a las previamente establecidas, cuidándose de no reproducir sus problemas fundamentales), quizás por ello Ken puede llorar al final, pues ya no será catalogado con calificativos despectivos por mostrar sus sentimiento e incluso en pensar la relación con otros hombres y lo complicado que es ser el mismo un estereotipo de género que lucha constantemente por mantenerse sobre los otros estereotipos.

Al final, Barbie va al ginecólogo, cuando a la mitad de la película había dicho que no tenían genitales, quizá, esta sea la analogía de que, desde la trinchera digital como mundo mágico donde no se tengan genitales y se puede ser lo que se quiera ser, pero en el mundo real, si se necesitan los genitales para ser y sostener, lo que se quiere ser.

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