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Portadas que hicieron historia: los discos que desafiaron la censura y cambiaron la música para siempre

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Sin duda alguna, el consumo de la música, o más bien de la producción musical, a través de plataformas digitales, dejó bastante relegado el concepto de “arte de tapa”(portadas de discos), que en algún momento y en ciertos casos adquiría casi la misma trascendencia que aquello que sonaba, como un componente más de una obra que era algo más que un conjunto de canciones.

Para nada esto quiere decir que la idea de que la música se complementa y juega con los visual haya sido desterrada. Pero habrá que pensar que aquello que quedaba impreso primero hoy se multiplica en formatos virtuales que contrastan por completo en un mundo digital. 

Por tanto, en esta ocasión y recordando aquellas portadas icónicas, te traemos un breve listado de aquellas tapas de discos que causaron revuelo en el mundo de la música.  

The Beatles Yesterday and Today (1966)

«La tapa del carnicero«. Así la llamaron, a la del noveno disco que fue editado en los Estados Unidos, que juntaba en un solo álbum material de Revolver, Help! y algunos otros discos del cuarteto. Cuenta la historia que en marzo de 1966, el fotógrafo Robert Whitaker tenía a John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr a disposición para darle forma a una obra conceptual titulada A Somnambulant Adventure (Una aventura sonámbula). Las fotos pretendían emitir un “mensaje” y mostraban a los cuatro Beatles unidos a una mujer por una ristra de salchichas que representaban un cordón umbilical.

Por supuesto, a pesar de que los integrantes del cuarteto de Liverpool adoptaron el arte conceptual de buena manera, a los representantes de la disquera nos les hizo gracia que el disco se viera de esa manera. Así que los ejecutivos de la compañía Capitol decidieron tomar el toro por los cuernos, y volvieron al plan original que retrata a Paul metido dentro de un baúl (abierto), y a sus tres compañeros parados a su alrededor.

 The Rolling Stones Beggar’s Banquet (1968)

La idea de un inodoro como el lugar en el que alguien podría encontrar un manjar suena, de por sí, bastante extraño. Y provocativa, si se supone a ser parte de un “banquete de pordioseros”, como la banda tituló su séptimo álbum, que marcaba un regreso a las fuentes del blues y el rock más directo, luego de la excursión psicodélica que significaron Between the Buttons y Their Satanic Majesties Request.

Según los datos oficiales, el grupo le debe el título del disco al publicista Christopher Gibbs, y las imágenes del sobre interno que fueron tomadas en el Sarum Chase, una mansión ubicada en Hampstead, al fotógrafo Michael Joseph. La de la portada, en cambio, había sido pensada por el diseñador Michael Vosse, y mostraba graffitis en la pared de un baño que seguramente además de verse repulsivo, debía oler como tal. Allí, en esas paredes, Mick Jagger y Keith Richards garabatearon los créditos del álbum y líneas como «¡Wot no paper!» (Sin papel). Pues bien, a la compañía no le gustó ni un poco que un disco de los suyos tuviera semejante tarjeta de presentación, y rechazaron de plano salir a la calle con esa portada. ¿A tí qué te parece? 

John Lennon y Yoko Ono Two Virgins (1968)

El viaje de The Beatles ya casi había terminado, aunque los cuatro muchachos de Liverpool todavía tenían un par de muy buenas noticias para dar. Pero Lennon no andaba en buenas relaciones con la industria de la música. Tampoco estaba manteniendo buenas migas con la prensa, que encontró en su Yoko un buen motivo para cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de que el sueño se estuviera terminando.

En ese contexto, y sin necesidad de facturar con urgencia para pagar las expensas, la luz y el gas, John se lanzó a hacer un álbum absolutamente experimental. A la distancia, vale decir que escuchar Two Virgins de punta a punta no es algo que se le pueda desear al mejor amigo de uno. Bah, lo de “de punta a punta” sobra. Escucharlo es más que una experiencia, un ejercicio de paciencia y poco más.

Pero como si eso fuera poco, al bueno de John y a Yoko no se les ocurrió mejor idea que desnudarse, plantar una cámara con delay delante, y retratarse de frente y de espalda, con sus genitales y sus colas al aire. Por supuesto, la reacción de los vendedores de discos fue cubrir la tapa con un papel marrón que se pegó lo suficiente a la foto como para que Spotify también lo presente así. Tampoco es que hayan gastado demasiado papel madera; en el Reino Unido sólo se imprimieron 5 mil copias, y John se enojó aún más con todos.

The Rolling Stones Sticky Fingers (1971)

El año 1971 bien podría ser definido como el de la genitalidad al palo. Aunque no fue el único ni por lejos. Pero posiblemente el caso de Sticky Fingers sea uno de los que involucraron a los nombres más famosos que hayan pasado por este tipo de situación. La secuencia habla de Mick Jagger proponiéndole a Andy Warhol que se hiciera cargo del diseño del álbum por la módica suma de ¡19 mil dólares!, y de Andy aceptando la propuesta.

Nirvana Nevermind (1991)

Sin duda alguna, la portada de Nevermind, el álbum que Nirvana publicó en 1991, debe ser una de las más conocidas en el mundo. Allí, aparece un bebé de cuatro meses, Spencer Elden, desnudo y nadando tras un billete de un dólar. La imagen, en el momento del lanzamiento, provocó cierto impacto, que fue amplificado por algunas cadenas de supermercados.

En ese nivel, Wal-Mart y Kmart básicamente se negaron a exhibir Nevermind en sus góndolas. Aún así, el disco se convirtió en un enorme suceso de ventas, y la decisión ponía en aprietos tanto a una parte como a la otra. De modo que la banda y los súper llegaron a un acuerdo. La solución fue pegar sobre los genitales del niño una inscripción, que decía: «Si está ofendido por esto, usted debe ser un pedófilo de closet”.

David Bowie Diamond Dogs (1974)

Otra vez los genitales quedan en el centro de la controversia. La tapa del octavo álbum del artista británico lo muestra como una criatura medio hombre – medio perro, pintado por el artista belga Guy Peellaert, basado en fotografías de Bowie de Terry O’Neill. Hasta ahí, todo bien, y nadie habría dicho nada. Pero claro… alguien se dio cuenta de que los genitales del híbrido habían quedado a la vista, y no le pareció que estuviera bien dejar que quedará así.

Entonces, los genitales fueron borrados en la mayoría de los lanzamientos. Fueron muy pocas las copias de esta portada original que entraron en circulación en el momento del lanzamiento del álbum. La imagen había pretendido representar la visión personal que Bowie tenía del mundo post-apocalíptico orwelliano.

De algún modo, aún sin sus órganos en su lugar, la escena logra transmitir una sensación más que inquietante, y finalmente el tiempo, y la reedición de 1990 hecha por EMI/Rykodisc pusieron las cosas en su lugar.

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