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Citlali P LuqueSí retomamos la idea de Almond (1963), en la que se afirma que la democracia se basa en la participación, la respuesta es afirmativa. Tanto en México como en América Latina, las dinámicas respecto a la comunicación han cambiado, ya que se han rediseñado los espacios y las formas de incidir, tanto en política como en lo que Habermas llama esfera pública, pues es el lugar en el que se forma la opinión. En este sentido, como dice Hernández (2008), se requiere de una participación autónoma y propositiva que ayude a la democracia, en la que los ciudadanos reclamen a sus instituciones que sean eficientes y, además, colaboren para resolver los diferentes problemas sociales.
De acuerdo a los criterios de Dahl podemos hablar de democracia en México, pues hay elecciones, igualdad en el voto, incidencia en la agenda pública, libertad de expresión (garantizada en la constitución, aunque no así en la praxis), libertad de asociación, etcétera. Aunque, de acuerdo con Hernández (2008) la cultura política mexicana no ha conseguido ser del todo democrática, debido a que, desde mi perspectiva, aún hay rezago en la formación (es decir, educación) y en el acceso a información fidedigna. Al respecto, dice Entman (1989), que las personas forman sus opiniones con relativa independencia de los medios y que tienen autonomía sustancial. Sin embargo, el público piensa en las comunicaciones de manera selectiva, eliminando la información que no coincide con sus opiniones.
Resulta complejo afirmar que si tenemos una comunicación más democrática. Para reforzar la respuesta, se hace indispensable hablar de la modernización con respecto a las tecnologías de información y comunicación (tic), que han servido como herramientas de optimización para la interconexión, debido a que, de acuerdo con el estudio de latinobarómetro (2018), América Latina es la región con mayor involucramiento en redes sociales a nivel global, por ende, el ciberespacio brinda una nueva forma de organización y de comunicación más libre que permite ampliar tanto los mensajes como la interacción.
Se puede afirmar que las redes sociales contribuyen al fortalecimiento de la participación. Como ya se mencionó, son justamente las nuevas dinámicas de comunicación, las que propician espacios más democráticos. Las formas de comunicación se han modificado de tal manera, que un tweet, un post o una foto, puede impactar cualquier espacio interconectado. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las élites políticas siguen teniendo en sus manos las grandes corporaciones, que tienen los medios de comunicación tradicionales y que siguen impactando en un alto porcentaje de la población. Pese a ello, sostengo la tesis de que, en efecto, si existe una comunicación más democrática. Aquí podría retomar lo que dice Martin (2008), respecto a que la participación está condicionada a la conciencia de los problemas colectivos y esta es simbólica. Es decir, las personas reaccionan en función de las noticias, puede que su interés se incremente e interactúen, fortaleciendo las nuevas formas de comunicación. Aunque, aún hay ciertos obstáculos que entorpecen los procesos (como las noticias falsas, el amarillismo y la falta de competencia en medios tradicionales).
Para cerrar, me parece importante adentrarse en el debate de la relación que tiene el marketing político con los cambios en la comunicación y su reciente democracia. De acuerdo con Schafferer (2006), el marketing político se refiere a la aplicación de estrategias mediante la comunicación política, además de que su aplicación en las democracias liberales se convirtió en un modelo.
Son las campañas políticas, las que proponen (además de las redes sociales), una nueva forma de comunicación democrática, al utilizar otras tácticas para intensificar los mensajes que pretenden transmitir. El uso de spots (en un primer momento), con mensajes cortos, pero contundentes (que marcaran el imaginario de las personas), cambió los modos de hacer política. Para las campañas actuales, las redes sociales han sido de suma importancia, pues es a través del aprovechamiento de estas plataformas, que el marketing toma una nueva forma, al poder segmentar los mensajes y difundirlos con mayor eficiencia.
Lo anterior con el fin de afirmar que el marketing político, también contribuye a que la comunicación sea más democrática, debido a que se usan diferentes medios para ganar adeptos y se tienen que generar espacios publicitarios para llegar a los electores. Además, se crea discusión, se usan las redes sociales para incitar a los debates en la opinión pública y en el ciberespacio.
En conclusión, si tenemos una comunicación más democrática, que por supuesto, se apoya en las redes sociales, en la participación y en la comunicación política (reflejada en el marketing), definitivamente queda mucho por recorrer, pero se han sentado las bases para su fortalecimiento.
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