La cantante Katy Perry volvió a hacer historia, pero esta vez no sobre un escenario, sino más allá de la atmósfera terrestre. Su reciente viaje a bordo del cohete New Shepard de la empresa Blue Origin, propiedad de Jeff Bezos, ha causado sensación en redes sociales y titulares de prensa. Lo que parecía ser un hito para el turismo espacial ha sido también objeto de fuertes críticas.
Aunque Blue Origin no reveló el costo exacto del viaje ni quién lo financió, medios como Bloomberg estiman que un asiento en estas misiones puede alcanzar hasta 8.7 millones de pesos mexicanos, y que para iniciar el proceso de solicitud es necesario un depósito reembolsable de 150 mil dólares. La cápsula en la que viajan los pasajeros está diseñada para ofrecer una experiencia cómoda y visualmente impactante: ventanas gigantes, asientos reclinables y la oportunidad de observar la curvatura de la Tierra y la negrura del espacio durante unos breves 10 a 15 minutos.
Pero este tipo de travesías de élite no han pasado desapercibidas para la opinión pública. En plataformas digitales, usuarios han cuestionado el valor científico del viaje, tildándolo de “capricho millonario sin propósito”, y recordando a Bezos que el espacio no es un escenario para excentricidades, sino un terreno de desarrollo científico y tecnológico. También han surgido críticas ambientales, señalando la huella ecológica que este tipo de misiones podría generar, en un contexto global que exige acciones responsables frente al cambio climático.
A pesar de ello, el viaje de Perry —junto con el de otras figuras como Lauren Sánchez— podría marcar el inicio de una nueva era: la del turismo espacial de lujo. Un escenario que, aunque aún lejano para la mayoría, plantea una pregunta inquietante: ¿será posible que en un futuro cercano viajar al espacio sea tan común como volar en avión? Por ahora, la respuesta parece estar reservada a quienes tienen millones para pagar la vista más cara del planeta.