Hace un par de días se cumplió un año de la insurrección del Capitolio en EE.UU. El suceso no solo sorprendió a los millones de espectadores que fueron testigos del hecho de forma presencial o a través de alguna pantalla, sino también a los medios de comunicación, pues puso en jaque la forma en la que se presentaron los hechos.
Usualmente cuando se trata de movilizaciones, los medios de comunicación están obligados a tomar partido y calificar de alguna manera la acción popular, en el caso particular de EEUU se torna diferente cuando se trata de actores políticos, pues no es ajeno para nadie que estos fungen un papel especial en el manejo de la opinión pública y se configuran como actores políticos claros.
Sin embargo, la noticia del pasado 6 de enero puso en un dilema a los medios, pues fue difícil asignarle un nombre: ¿Mitin, protesta, manifestación, asedio, insurrección, resistencia o toma?
Lo anterior es importante porque en gran medida marca una postura frente al hecho. Por ejemplo, investigaciones recientes de la periodista y consultora Daniella K Brown, muestran que el tratamiento de la información frente a movilizaciones sociales en pro de los derechos civiles se comunican por medios de derecha como “disturbios” más que otras manifestaciones: el nombrar manifiesta una postura.
Hablemos de dos grandes referentes de la comunicación estadounidense: CNN y FOX News. El primero fue el único gran medio que nombró al hecho como “terrorismo”, un termino que usualmente se le asigna a musulmanes o a personas de color, pero nunca a supremacistas blancos. Por otro lado, Fox News, se promulgó ante el hecho como una “toma”, aunque por la noche en el famoso programa “Tucker Carlson tonight” se cambió la narrativa de la cadena.
Más evidencia se muestra en otros medios populares entre los simpatizantes, por ejemplo, esta semana el medio One America News Network (OAN) publicó un artículo llamado: “Narrativa izquierdista y mediática que rodea al 6 de enero simplemente una excusa para que los demócratas tomen el poder”
Lo significativo de estas posturas es que no se reconocen las diferentes expresiones que llevaron a la toma, por ejemplo los discursos de odio en contra de la clase migrante durante toda la gestión de Trump, ni tampoco se reconocen la dimensión violenta de la misma toma; su propósito es opacar la realidad de la insurrección y tergiversar el mismo hecho.
Lo anterior no tiene como propósito motivar el apoyo de un medio sobre otro, sino el reconocer el papel de los medios en el tratamiento de la información. El dimensionarlo no solo nos “blinda” en contra de la desinformación, sino en contra de reproducir y apoyar movimientos que, en el pico del iceberg resultan inofensivos, pero que pueden escalar en la invasión de una sede del congreso.